6 mar 2016

Elogio de la pereza. Esquiando en Leitza

¡Qué bien se está en la cama, calentito, en esta desapacible mañana de domingo! El fuerte ruido de la lluvia que golpea con violencia la claraboya del patio me hace encogerme aún más bajo la manta.

    ¡Suena el despertador! Me levanto como un zombie a ver que dice la meteo, con la moral más baja que las negras nubes que veo por la ventana: nieve a las 9, nieve a las 10, más a las 11… y todavía más a partir de mediodía. ¡Perfecto! Había medio quedado con Alberto para ir a Leitza pero visto el panorama, y tras discutir conmigo mismo durante medio segundo, tomo la heroica decisión de regresar al sobre.

    ¡Qué bien se está de nuevo en la cama, calentito y sin remordimientos, en esta desapacible mañana de domingo!

    Ya estoy de nuevo soñando con ovejitas en blancas y esponjosas praderas de nieve cuando suena el móvil: un “guasap”. Será Alberto, a ver qué pasa, si voy o no. ¡Pues no, es Jon!, pero… ¿este no había ido de sidrería?
“Egun on Juancar!! Por si acaso andas por ahí. Estoy desayunando y voy a ir a Leitza a esquiar un poco, a ver q tal está… (jejeje ayer al final me retiré pronto, entraba mejor el colacao q la sidra fría)”

Le contesto lo mejor que puedo:
“Pues yo estoy en la cama!!! Cómo llueve!! Vas?”
Irreductible, me responde:
“Si si, te animas?”
Me rindo:
Vale, dame un fago. (maldito diccionario móvil). Decía un rato”
Se consuma el desastre:
“Si si perfect. En una hora? Paso por tu casa a menos diez”
    Pues nada, al mal tiempo buena cara, o eso dicen: me levanto-desayuno-aseo-visto-preparobártulosatodapastilla y me lanzo a la calle donde la lluvia me recibe con renovada alegría e ímpetu.

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Curva a curva, a medida que remontamos el puerto, la lluvia se va transformando en nieve. Cuando alcanzamos el puerto de Usategieta (Alto de Ezkurra) gruesos copos caen mansamente y cubren de blanco y silencio el lugar. Numerosos vehículos ocupan los bordes de la carretera pero salvo en uno, no se ve un alma. La gente ha desaparecido, tragada por la soledad gris y blanca que todo lo invade.

    Enfilamos la pista y nos deslizamos por los profundos surcos trazados en la ladera como por raíles de algodón. La huella burla la pendiente y sortea los árboles, algunas de cuyas ramas, abarrotadas de nieve, se inclinan como haciéndonos reverencia. Las nubes se sujetan y enredan en las crestas de los árboles, nos envuelven en gris, y se deshacen en copos que franquean pausadamente el breve trayecto del gris al blanco. Tengo la sensación de transitar por un mundo cerrado en el que no notaríamos una gran diferencia si lo agitásemos y volteásemos como una de esas escenas en miniatura encerradas en una bola de cristal de nieve.
“…habría levantado la mirada a veces, hacia la nieve, que tenía el color de las nubes espesas, y hacia el cielo, que tenía el color de la nieve fundida…”           Marilynne Robinson “Vida hogareña”
    La suave y despejada cima de Petriketa no está muy hospitalaria hoy. Una ligera pero afilada brisa nos ahuyenta y corremos a refugiarnos al bosque. Liberados ya de las pieles, nos deslizamos suavemente a través del hayedo, serpenteando entre árboles a cuyos troncos la nieve se pega como una segunda piel. Esquiar por los bosques es un pequeño placer que me transporta de estos parajes cercanos y familiares a otros lejanos y soñados.

    Finalmente, no ha sido tan mala idea sacudirse la pereza y abandonar la cama calentita en esta desapacible mañana de domingo.









1 comentario:

  1. ¡Qué chulo Juancar!, eso sí, tenéis más moral que el "alcoyano", jajaja...

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